Estar a dieta es, sin duda, una aventura sin igual. Eliminar carbohidratos, azúcares,
hacer ejercicio… todo eso —como bien dice Emmet Fox es cosa de niños cuando lo comparamos a la dieta mental: esa en la que decides conscientemente eliminar los pensamientos negativos. Y es que, honestamente, creo que hemos sido programados para pensaren negativo desde pequeños.
Piensa en esto: la palabra que más escuchan la mayoría de los niños es “¡No!”
—¡No vayas para allá!
—¡No te subas, que te vas a caer!
—¡No corras!
—¡No le pegues a tu hermana!
—¡No derrames esa bebida!
—¿A dónde crees que vas? ¡No molestes a tu papá!
—¡He dicho que no!
—¿Por qué? Porque no… y punto.
Así que, cuando me piden que no piense en negativo, ¡eso sí que es un reto!
Al principio pensé: “Esto ya lo he hecho antes, va a ser fácil…” Pero no. NO es fácil.
Me costó la primera vez, y me sigue costando ahora. Empecé el domingo, hoy es
viernes, y todavía no he logrado pasar ni 24 horas completamente libre de
pensamientos negativos. La diferencia es que ahora, al menos, me doy cuenta de
inmediato cuando lo hago.
¿Juzgar es pensar negativo? ¿Opinar es una forma sutil de juzgar desde mis propios
parámetros? ¿Y qué hace que mis parámetros sean los correctos?
Lo que parecía simple… se vuelve complejo. He aprendido que se necesita paciencia.
Tomarlo un momento a la vez. Una cosa a la vez. Vivir intensamente enfocada en mí:
observar lo que hago para mí, y por mí.
¿Tendrá sentido esto que escribo? ¿Puedo llegar a ser esa persona que piensa en
positivo, que investiga y descubre el lado luminoso de las cosas y las circunstancias…
al punto de no tener tiempo de ver, juzgar o calificar lo negativo?
¿Y qué gano con esta dieta mental? Me transforma. Me ayuda a alinear mi mente
con los verdaderos deseos de mi corazón. Limpia la basura mental acumulada durante
décadas…. Basura que ni sabía que era tóxica porque mi mente, adormecida por la
ignorancia, solo sabía operar desde el miedo y la desesperanza. Siento que hemos
sido entrenados —como borregos— a menospreciarnos, a creer que en la vida todo se
consigue con lucha, sacrificio, dureza, estoicismo… que es difícil, que no somos
suficientes, que no lo merecemos. Todo eso mezclado con la culpa del prototipo
cristiano del “pecador no merecedor”.
Tal vez esté equivocada. Tal vez lo que digo incomode a algunos. Pero es una
realidad que me dolió enfrentar, y que muchos —como yo— tal vez aún siguen
creyendo. No quiero profundizar en esos conceptos ahora. Lo cierto es que, para
poder hacer esta dieta mental, tuve que enfrentar muchos demonios internos. Y me
duele que tantas personas nunca hayan sido expuestas a verdades tan simples y
poderosas como estas:
Todos somos uno.
Lo que me afecta, en algún momento te afectará.
Pensar positivo cambia tu vida.
Mereces todo lo bueno que la vida tiene para ofrecerte.
El Universo es infinito e ilimitado.
Hay más que suficiente para todos. Para TODOS.
Hoy te invito a que te unas a este desafío de Emerson. Cuando transformamos nuestra
mente, transformamos nuestra vida. Al hacerlo, sin darnos cuenta, estamos
transformando el mundo, nuestro mundo.
Todo comienza por un pensamiento. Elige uno!